Los orígenes de este gracioso perro de compañía que tenía acceso a los aposentos reales, incluso en reuniones oficiales y que durante mucho tiempo podía viajar gratis en los lujosos trenes británicos, deben buscarse en una época relativamente antigua como resultado de cruzamientos entre el Carlino y pequeño Cocker Spaniel ingleses. Sólo más tarde, los perros que de ellos nacieron, recibieron la aportación de sangre de los pequeños a Spaniel tibetanos, llegados a Inglaterra durante la mitad del siglo XV. Fueron los Stuart, y más precisamente Carlos I (de donde sale el nombre de King Charles), los que los pusieron de moda, y puede decirse que durante un largo tiempo no había salón de la nobleza inglesa que no contara entre sus asistentes más queridos y mimados, a los pequeños King Charles Spaniel. No obstante, también para esta raza hubo un período de decadencia en el cual casi desaparece completamente. Su resurgimiento se produce a mitad del siglo XIX, y hoy está bastante difundida.